Esta reflexión surge tras ver una "dura" escena de esta película, la pelea entre Anne y Helen para que ésta coma sentada y de su plato. Antes de todo, contextualizo superficialmente la situación: Helen es una niña que tiene sordera y ceguera, cuya familia es incapaz de educarla correctamente, sin ninguna disciplina ni comunicación. Por ello, Helen vive en su propio mundo, ajeno a los demás. Esta complicada situación hace que la familia contrate a Anne Sullivan para educar a la niña, tarea que parece imposible pero que con mucha paciencia y rigor, Anne consiguió a través de un modelo conductista, es decir, basado en los refuerzos y los castigos.
Pequeño resumen de la película
Por un lado, los métodos que utiliza Helen me parecen demasiado drásticos e incluso duros físicamente ya que considero que tampoco es necesario usar la fuerza para llegar a conseguir, en el caso de la escena, unos mínimos modales en la mesa. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta la época de esta historia, donde los métodos en instrucción estaban totalmente basados en el conductismo, y no en el constructivismo. Realmente, Helen se comporta como una niña salvaje debido a su distanciamiento con el lenguaje, la falta de autoridad y la incapacidad de relacionarse pacíficamente con los demás. Pese a que Helen carecía de dos de los sentidos fundamentales (la vista y el oído) y que siempre hacía lo que quería, el papel de maestra de Anne Sullivan, su experiencia y constancia hicieron que lograse enseñarle el lenguaje de signos, valores, modos de comportamiento, etc. De hecho, Helen llegó a escribir una autobiografía, estudiar una carrera universitaria y dar charlas sobre su experiencia de vida.
En conclusión, finalmente los métodos de Anne dieron sus frutos, y Helen llegó a crear un vínculo más fuerte con ella que con su familia; porque fue la que le enseñó todo lo que sabe y nunca desistió en su aprendizaje. Anne nos da una lección, nos debemos fijar en su comportamiento en el sentido de que nunca abandonó la dura tarea de "transformar" a Helen. Y, lo más probable, es que yo, dentro de unos años en un aula me encuentre con niños y niñas que necesiten más de mí, lo demuestren o no. Por lo que cada vez que piense que va a ser imposible, me acordaré de "El milagro de Anne Sullivan", nunca hay que tirar la toalla y menos abandonar a un estudiante que necesita de nuestra atención, otros métodos de aprendizaje, o a veces simplemente un poco de afecto.